Buenos Aires, la ciudad que huía del agua
Esta crónica forma parte de una serie de impresiones recogidas durante numerosos paseos por la capital argentina. Todas ellas están disponibles en tres idiomas (EN,ES,FR) y forman parte del proyecto MIBA desarrollado en Senses Atlas.

La relación entre la ciudad de Buenos Aires y el Río de la Plata es paradójica. Intrínsecamente vinculadas, la ciudad evoluciona hoy en día negando casi la existencia del río. La línea costera es una zona indefinida en la que se agolpan y se suceden autopistas, aeropuertos, zonas portuarias e industriales, semirreservas ecológicas, no lugares y otras zonas inaccesibles para el simple transeúnte. La ciudad, en plena expansión, se extiende también sobre terrenos ganados al río, sin cambiar por ello la relación entre la ciudad y el agua.
Al sur, la ciudad está delimitada por el río Riachuelo, cuya desembocadura en el Río de la Plata dio nombre al barrio de La Boca. Eje importante para la actividad industrial y agroexportadora de la ciudad, hoy en día está totalmente contaminado tanto por residuos industriales como por aguas residuales sin tratar. Esta frontera geográfica contaminada la convierte en una zona poco considerada por la ciudad, que desde hace dos siglos ha privilegiado el desarrollo del norte sobre el sur.
Pero más allá de las riberas fluviales, que han sido esenciales para el desarrollo económico de Buenos Aires, la ciudad también acogía el agua en su interior. Está atravesada por 12 cuencas hidrográficas que confluyen en otros tantos arroyas que desembocan en el Río de la Plata al este o en el Riachuelo al sur.
Sin embargo, estos cursos de agua se utilizaron muy pronto como zona de vertido y, tras las epidemias de fiebre amarilla del siglo XIX, los arroyos totalmente contaminados se consideraron una amenaza para la salud pública. Dado que las inundaciones también eran frecuentes durante las grandes lluvias, el desarrollo y la modernización de la ciudad consideraron estos arroyos como obstáculos para el crecimiento urbano. La solución que se adoptó en aquella época fue enterrar y canalizar estos cursos de agua, destruyendo todo el ecosistema dependiente y las funciones de drenaje de los suelos permeables. Finalmente, esta solución no saneó completamente las aguas ni eliminó totalmente el riesgo de inundaciones, ya que enterrar no es solucionar.
1. Cuencas y arroyos de Buenos Aires
2. Arroyos bajo Buenos Aires
3. Zona inundable de Buenos Aires
4. Topografía de Buenos Aires
La ciudad de Buenos Aires acumula hoy en día numerosas contradicciones. Su fachada urbana, que da al Río de la Plata, oscila entre proyectos conflictivos, transformaciones inconclusas y expansiones aleatorias. La paradoja de una ciudad que se niega a convivir con su río no se limita a esta franja inhabitable, sino que se infiltra en la ciudad a través de sus avenidas construidas sobre ríos olvidados. Los diferentes procesos de urbanización son consecuencia de una expansión desenfrenada que contamina, coloniza y explota o expulsa a lo vivo.
Ocultar el agua, rechazar su existencia, es totalmente anacrónico e ineficaz. Una gobernanza de la ciudad y una planificación urbana realizadas al margen de la geografía y emancipándose de lo que parecía ser solo una limitación natural solo tienen como consecuencia la creación de nuevos conflictos.
La forma de la ciudad es, por lo tanto, la de una confrontación olvidada, que casi ya no existe en la memoria colectiva. La ciudad artificial permanece bloqueada en una forma inmadura, esculpida únicamente por imperativos económicos que excluyen por completo las cuestiones sociales y medioambientales.
En la película Medianeras (2011), la ciudad de Buenos Aires se describe como consecuencia de un crecimiento descontrolado, que alimenta en un círculo vicioso la falta de planificación. Esto provocaría en los habitantes una sensación de estar siempre de paso, de vivir su vida sin poder planificar nada, de ser incapaces de reapropiarse de la ciudad (y, por tanto, de su vida), aunque esta sea la fuente de todos los males. Y finalmente, tras un monólogo sobre el descontrol y la imperfección, la paradoja y la confrontación, se pregunta:
¿Qué se puede esperar de una ciudad que le da la espalda a su río?
Buenos Aires Hidrocracia: superar los límites administrativos (perímetro de la ciudad, comunas, barrios) y organizar la ciudad según criterios geográficos. La ciudad se divide en 12 unidades administrativas, las 12 cuencas naturales, cada una alimentada por su propio curso de agua.